Este verano he tenido la oportunidad de vivir una experiencia que, sin duda, me ha dejado un bonito “tatuaje” en mi vida personal y profesional. Durante cuatro semanas he estado en Kenia, colaborando con distintas obras lasalianas en Nakuru y otras localidades, y he podido comprobar de primera mano cómo la misión de La Salle se hace realidad en contextos muy diferentes al nuestro, sobre todo en las “periferias”, pero con el mismo espíritu y ambiente lasaliano.
La primera semana la pasé en el noviciado internacional de Nairobi, junto al director y amigo, Hermano Agustín Ranchal. Allí viví dos días de mucha paz, hablé a los novicios sobre La Salle en España y Europa, impartí unas clases de Inteligencia Artificial y les di a conocer la metodología Godly Play, compartiendo con ellos tres sesiones.
Durante el resto de la estancia viví con la comunidad del La Salle Mwangaza College, pero sobre todo colaboré en el La Salle Child Discovery Centre (CDC), dos centros que forman parte del Distrito Lasaliano de África Oriental (Charles Lwanga). El Mwangaza College es un centro de formación profesional para jóvenes y adultos, con especialidades como administración, cocina, informática, electricidad, peluquería y cosmética o diseño textil. Allí colaboré con la secretaría, la biblioteca e impartí varias clases sobre Inteligencia Artificial a los alumnos de informática. También conviví con el profesorado, el personal y el alumnado, compartiendo no solo el día a día académico, sino también momentos sencillos alrededor de un té africano, conversaciones en suahili y la calidez de una comunidad abierta y fraterna.
En el Child Discovery Centre, un hogar y centro educativo para niños y jóvenes en situación de vulnerabilidad, impartí clases diarias de introducción a la Inteligencia Artificial, además de compartir juegos, bailes, charlas y aprendizajes culturales. Desde el primer momento me sentí parte del paisaje, y ellos me enseñaron mucho más de lo que yo pude aportarles: su idioma, sus expresiones y, sobre todo, su manera de mirar la vida con esperanza y pasión.
También visité otros proyectos lasalianos, como la nueva misión de Homa Bay, a orillas del lago Victoria, donde los Hermanos están desarrollando una escuela que será referente educativo, cultural, social y deportivo para la región.
Durante mi estancia redacté tres proyectos para solicitar ayuda económica a varias ONGs, entre ellas PROYDE. Además, gracias a la solidaridad de familias, amigos y personas cercanas a los dos colegios La Salle de Cantabria, hemos podido recaudar 1.500 euros para cubrir matrículas y necesidades básicas de los niños del CDC. Un ejemplo precioso de cómo, unidos, podemos transformar realidades.
Vuelvo con el corazón lleno y la certeza de que, aunque la geografía y las circunstancias cambien, el carisma lasaliano sigue siendo una respuesta viva y necesaria para dar educación integral y esperanza a quienes más lo necesitan y son más vulnerables. Agradezco profundamente a los Hermanos, educadores, alumnos y familias que me han acogido como uno más. Esta experiencia no se queda en un recuerdo: se convierte en un compromiso para seguir construyendo puentes y generando oportunidades, aquí y allí.
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